viernes, 23 de mayo de 2014

CON DOS TACONES

Novela erótica ¿yo? Jamás leería eso! Que si el Grey de turno, que si la Sylvia Day con sus siete, nada menos que siete, novelas de "romance paranormal", dicen...  Huía de esta moda efímera y en mi opinión prescindible cuando me topé con este título... Y ahí me tragué mis palabras y pensamientos, porque esto es lo que se puede llamar así llanamente "otra cosa".
¿Y por qué? Pues como mi blog es personal y me expreso libremente, como no me debo a nadie y mi credibilidad y sinceridad son sagradas, os confesaré que lo leí por culpa de ella. Ella es Celia, para mí es @latanace, porque Twitter unió un buen día, no recuerdo bien por qué, quizá alguien en común, y desde entonces soy fan incondicional de su #oídoenmisalón aunque no sea futbolera y aunque no nos conocemos, tenemos una gran sintonía, así que si Celia lo escribe, yo lo leo, ¡aunque sea literatura erótica! Porque sé que además de una periodista fantástica escribe de lujo.
En la web de La Esfera de los Libros ella misma se presenta, y como lo hace mejor de lo que yo lo haría, os hago un corta-pega:
Me llamo Celia Blanco y, aunque no lo crean, hubo un tiempo en el que decir mi nombre levantaba muchas expectativas. Aunque solo fuera para hacer una reserva en un restaurante.
Me fascina el sexo, pero jamás fui actriz porno. Mi nombre apareció en mayúsculas y luces de neón en todos los festivales eróticos del país. Tuve la suerte de que una gran actriz del género eligiera ser mi homónima para sus actuaciones estelares. A mí me dio por el periodismo en vez de por el artisteo.

El 1 de julio de 2013 se cumplieron veinte años de la primera vez que pisé un plató de televisión. Eso dicho así, cuando menos, asusta. He pasado por TVE, Antena 3, Telecinco, Telemadrid y La Sexta. Y si Cuatro y Canal Plus se han resistido, espero que entren en razones y me hagan hueco cualquier día de estos. Así me gano la vida: haciendo televisión. Soy una más. Una de esas que, cuando la gente la ve por la calle, les suena pero no saben de qué. Normal, llevo años colándome en sus salones y contándoles la actualidad del día. Me encanta ser algo así como «la vecina del descansillo»
Con dos tacones es el relato de mujeres de la calle, como cualquiera, entre 18 y 75 años, cada una con su vida, su trabajo, hijos, marido o no... que lo que hacen es abrirse totalmente a Celia y contarle sin tapujos sus fantasías, sin pelos en la lengua, desde el atrevimiento que concede el anonimato y, estoy segura, desde la confianza y el buen rollo que desprende Celia, que lo ha hecho posible. Esa amiga de la que hablas de todo pero que no te ha contado nunca cómo y con quién querría tener un tórrido encuentro, se lo ha contado a Celia, es como si tuviésemos la llave de los pensamientos escondidos e inconfesables de esas mujeres reales, las que hacen contigo la cola en el súper, esa profesora del gimnasio o incluso prostitutas, ellas también fantasean! Así hasta catorce.
Y el resultado es un libro directo, creíble, sincero, porque el tema lo pide, pero también respetuoso y muy bien escrito. Un libro que en cuanto caiga en vuestras manos no dejaréis hasta que llegue la palabra FIN.

"Soñábamos con ser princesas. Así, en general. Que era algo muy bonito y eterno. (...) 
Hasta que cambiamos el cuento. ¿Princesas?¿Para qué?. Nos transformamos en las protagonistas absolutas de nuestros mejores cuentos, esos en los que nos acostamos con quien nos da la santa gana, sin rendirle cuentas a nadie y sin ninguna necesidad de justificarnos. En vez de un príncipe queremos dos. a veces hasta más de tres. Que nos vean, que nos aten, que se dejen atar. Que haya otras mujeres, que nuestros amantes sean más jóvenes.
Que elijamos y sepamos hasta los detalles más escabrosos de nuestra fantasía. Perdimos interés por ser princesas"
(Del prólogo de Con dos Tacones)

martes, 20 de mayo de 2014

AUTOCARAVANISTAS POR SANXENXO, COMBARRO Y ALREDEDORES

El día 10 de mayo tuvo lugar en Sanxenxo una prueba de triatlón olímpico en la que participó mi marido. La competición empezaba en la urbana Playa de Silgar, de manera que la organización dispuso una zona de aparcamiento junto al náutico, prácticamente a pie de carrera. Teniendo en cuenta que el triatlón comenzaba a las ocho de la mañana nos instalamos sin dudarlo, y con nosotros algunas furgos. 
Cenamos en la Tapería Albino, un local pequeño pero con una terraza muy amplia situado en el puerto, sencillo pero muy bien de precio: ensalada, croquetas y chipirones con una bebida cada uno nos salieron por 19 euros. Recomendable para no complicarse la vida y no dejarse la cartera en una localidad bastante cara.
Llegamos a la autocaravana con ganas de descansar, pero una música atronadora procedente del náutico y que se prolongó hasta las seis de la mañana lo hizo imposible, menos mal que el niño duerme como un tronco. Amigos autocaravanistas, evitad el centro de Sanxenxo, creímos que en mayo sería más o menos tranquilo, pero ya veis que no. Eso sí, nuestro emplazamiento nos regaló una puesta de sol de lujo, todo hay que decirlo.
Al día siguiente, tras la competición, comimos tranquilamente en la autocaravana y pusimos rumbo al Monasterio de Armenteira, un monasterio cisterciense fundado en el siglo XII y actualmente habitado por un grupo muy reducido de monjas, que viven gracias a las visitas, los jabones artesanales y las pastas de nata. El acceso es un poquito ajustado, y las plazas de aparcamiento escasas, pero vale muchísimo la pena acercarse a esta edificación del medioevo, sencilla y austera, en la que se mezclan diferentes estilos, sobre todo barroco y renacentista, hasta la finalización de su construcción a finales del siglo XV.


Muy cerca de este monasterio da comienzo una preciosa ruta de la que recorrimos solamente un tramo, pero que os recomiendo sin dudarlo. La Ruta de la Piedra y el Agua tiene 5 km y ninguna dificultad, por lo que es perfectamente apta para ir con niños. De hecho nosotros nos encontramos con varias familias en nuestro recorrido.  Está señalizada como PR-G 170 y muy bien cuidada.
Los primeros quinientos metros de la ruta no tienen nada de particular, pero una vez atravesamos una pequeña carretera y nos adentramos en la senda, acompañados en todo momento por el río Armenteira a nuestra izquierda, que va saltando por las rocas regalándonos pequeñas cascadas hermosísimas, el recorrido está salpicado de molinos que en su día funcionaron y hoy están rehabilitados y algunos incluso pueden verse por dentro, apreciendo las enormes y pesadas piedras de moler que antaño servían a los campesinos de la zona y a los monjes del monasterio para procurarse la harina para el pan. La frondosidad del bosque autóctono hacen que el recorrido tenga un color verde fascinante y en un día caluroso resulte de lo más refrescante realizar este paseo.



Terminamos el sábado en Combarro, donde pernoctamos en el puerto deportivo, donde hay unos aseos públicos gratuitos y una pequeña fuente. Nos pareció un sitio bastante tranquilo, pero lo cierto es que la pequeña carretera de acceso tiene muchísimo tráfico nocturno, así que no dormimos demasiado bien. 
Al día siguiente paseamos por este pequeño y pintoresco pueblo marinero, que he de reconocer que con el paso de los años va perdiendo enteros por el exceso de turismo y la falta de una buena planificación por parte de las autoridades y de compromiso por parte del comercio y la hostelería locales. Una lástima, espero que este lugar tan bonito llegue a tiempo y recupere un encanto que está perdiendo año a año.



Tras el breve paseo por Combarro, nos dirigimos a comer al Lago Castiñeiras, un área recreativa con un lago artificial construido en los años 50 y que resulta un lugar de lo más agradable para dar un paseo en familia, con varios senderos y amplias zonas de césped bien cuidado, zonas de picnic y un par de cafeterías. Comimos en la autocaravana con unas vistas estupendas a un área boscosa y luego nos dimos un paseo rodeando el lago en una tarde casi de verano. Hubo mucha afluencia, pues suelen ir familias de Pontevedra y Marín, pero hay muchas plazas de aparcamiento y no suele haber problemas en este aspecto.


Un fin de semana muy aprovechado, con un tiempo estupendo para pasear y que espero que os haya dado alguna idea para vuestras escapadas, con o sin autocaravana.

martes, 13 de mayo de 2014

EN LOWER RIVER

"Estaban casados: años compartidos, sufridos, sorteados, superados. Sí, en los que la felicidad no había escaseado..., pero él no podía pensar en nada específico. El matrimonio era una travesía sin llegada" (págs. 23-24).
Así comienza la historia de Ellis Hock, con el fin de su matrimonio después de treinta y tres años, y al acabar esta etapa llega a su memoria aquel tiempo vivido en África, cuatro años en Malaui como voluntario de los Cuerpos de Paz, cuatro años que pervivieron en su memoria como la época más feliz de su vida, una etapa pasada y que ahora no sólo llega a su memoria sino que siente que quiere volver a sentir, de manera que pone rumbo a Lower River, donde quizá esté ahora su felicidad ¿o no?
Ellis llega a su destino, un lugar que no puede ser más inaccesible y recóndito, y lo que allí se encuentra hace que su ánimo cambie de forma radical: "Todo le resultaba más caliente, polvoriento y desvencijado de lo que recordaba. No había nadie que tuviera nostalgia de los viejos tiempos: quedaban pocas personas con vida capaces de recordarlos" (pág.137). Aunque el lugar apenas ha cambiado en tres décadas, no queda nada en pie del Lower River que Ellis conoció en su juventud, incluso el carácter de las gentes de la aldea le resulta irreconocible, aquellos nativos voluntariosos, humildes y con ganas de salir adelante se han convertido en un puñado de vagos, engañifas y manipuladores, que dejan pasar las horas mientras entretienen al hambre entre helicóptero y helicóptero de la ayuda internacional. Ni siquiera Gala, aquella mujer que amó, conserva apenas la mirada de lo que fue.
Tampoco él es ya lo que era años antes, cuando tenía cierto estatus en la aldea por su condición de profesor. Ahora no es nadie, sólo les sirve mientras tenga dinero que entregarles, y esto angustia a Ellis sobremanera y, derrotado al ver que está atrapado en aquel lugar sin quizá poder retornar a su previsible y seguro entorno cotidiano piensa: "El mundo  continuará girando sin mí, y la noticia sobre mi infortunio pasará inadvertida, no dejará ninguna huella, porque no soy nada, apenas carne" (pág. 188)

Sin duda Ellis había idealizado una forma de vida, un lugar que en su juventud seguro que vio con otros ojos, pero también lo que encuentra es un motivo de reflexión para el lector: cómo ha evolucionado la aldea de Lower River quizá sea un ejemplo de lo que el llamado Primer Mundo está haciendo con el Tercer Mundo, no dejar que se desarrolle, a base de "regalarle" migajas que apenas nos suponen nada. No estimularles a querer mejorar, a tener estudios, un saneamiento adecuado en sus aldeas, un médico que los atienda... quizá no interesa, quizá no compensa económicamente porque en el fondo es el dinero el que mueve a este mundo en el que vivimos, no nos engañemos.
Vivimos poco a poco la evolución psicológica del protagonista absoluto de la historia, desde su llegada a África sintiéndose como el hijo pródigo que llega con riquezas para repartir a pasar una semana de asueto y de golpe y porrazo, sin habérselo esperado por un momento, se encuentra en un callejón sin salida, en un ambiente asfixiante en el que teme por su vida, del que desea y necesita salir, porque aquella África ya no está, Lower River no existe, las gentes han perdido para siempre su inocencia gracias a la incursión del hombre occidental, que no supo entender, no quiso saber.

«Si quiere conocer las zonas oscuras del ser humano, mejor lea a Paul Theroux.»
Alfonso García Villalba, El Faro de las Letras
«Oscuro y escalofriante relato de un mundo que se ha ido de madre... Una novela tejida a base de tensión que resulta ser un examen sorprendente de la naturaleza humana y de cómo ésta ataca, de manera brutal, aquello que considera “otro”.»
Philip Womack, The Telegraph
«En Lower River es apasionante en su forma de narrar una historia, y provocativa en su reflejo del escenario africano.»
Patrick McGrath, The New York Times

martes, 6 de mayo de 2014

EN AUTOCARAVANA: ESCAPADA DE SEMANA SANTA

Este año tuvimos la suerte de poder hacer una escapadita en Semana Santa, no siempre nos resulta fácil coincidir en estas fechas, pero esta vez desde el jueves por la tarde hasta el lunes pudimos desconectar un poco y disfrutar de nuestra tierra en autocaravana.
Nuestro criterio para la escapada fue puramente meteorológico, íbamos consultando la predicción, y literalmente huyendo de la lluvia, así que resultó un recorrido totalmente improvisado y sin planificación previa.

Mogor. Marín
La primera parada que hicimos fue en la playa de Mogor, en el ayuntamiento de Marín, un arenal pequeño y muy recogido en el que es difícil encontrar hueco en verano, pero que en estas fechas resulta un lugar muy tranquilo con unas vistas maravillosas. En las rocas de esta playa podemos ver El Laberinto, un petroglifo bastante grande, y otros más pequeños. Se puede acceder directamente desde la arena.
A la hora de instalarnos nos pareció un sitio perfecto la zona de aparcamiento situada junto a la playa, en donde había sitio de sobra y no tuvimos que utilizar calzos. Disfrutamos de una puesta de sol maravillosa y desayuno con vistas que fue una delicia.
A la mañana siguiente seguimos por el litoral en dirección a la Península de O Morrazo, por la que sentimos debilidad. Tras una breve parada en Bueu y un paseo por Aldán, decidimos ir a conocer Moaña con idea de pasar allí la noche, pues apenas conocíamos la localidad y ya que en Bueu estuvimos varias veces de vacaciones, teníamos ganas de variar. Nuestro niño disfrutó de lo lindo con las instalaciones infantiles y deportivas que hay junto al puerto y nos gustaron mucho las playas, tranquilas, amplias y de arena blanca y finísima. 

Moaña

Cenamos un churrasco en la Taberna A de Lino, llena hasta la bandera y bastante ruidosa, no nos entusiasmó, el acceso para la autocaravana no es fácil y además los coches aparcan a los lados de la carretera y nos resultó difícil salir al terminar.
Nos instalamos por la noche junto al puerto, en un aparcamiento muy amplio que resultó ser el lugar de celebración del mercadillo al día siguiente, así que nos despertamos con el ruido metálico de los puestos y los vendedores mirándonos como si hubiéramos llegado de Marte... decididamente no acertamos en la elección, pero fichamos el Puerto de Meira para una segunda visita, mucho más adecuado y donde vimos que se habían instalado algunas furgos.

Baiona
Al día siguiente nos acercamos a Baiona, una localidad donde aparcar es una odisea. Con autocaravana lo más práctico es buscar sitio por la zona de Santa Marta, a la entrada viniendo desde Vigo, y darse un paseo hasta el centro, que está a menos de diez minutos. Aquí no podéis perderos la visita a la réplica de La Pinta, un recorrido por el Parador de Turismo y un helado artesano en Gamela mientras disfrutáis del puerto.
Quisimos instalarnos en Tui para dormir, ya que según la información que teníamos, hay área de autocaravanas con agua y necesitábamos reponer, pero nos llevamos una desilusión al llegar y ver que el área está absolutamente abandonada y carece de servicios. Seguimos camino y pernoctamos en el área de As Neves, donde el día anterior había tenido lugar la fiesta del requesón y nos encontramos con las piezas de la carpa en el área de autocaravanas... Menos mal que sólo estábamos nosotros!!! En fin, una pena que se creen servicios para luego inutilizarlos, creo que el desconocimiento del mundo autocaravanista es en gran parte el culpable de que este tipo de turismo no se cuide un poco más.

As Neves
En As Neves dormimos muy tranquilos, a tres pasos del centro del pueblo, muy pequeño, donde nos abastecimos de pan y la consabida rosca de pascua, aprovechando las fechas.
Nos dimos un paseo por la zona, con unos paisajes preciosos, y como la lluvia llegaba hacia donde estábamos, pusimos rumbo a Ourense, donde, como en ocasiones anteriores, aparcamos en el Parking de las Termas de Outariz, aunque no estuvimos tan tranquilos como la última vez porque había bastante ruido procedente de la terraza del restaurante que está justo al lado.
Al día siguiente, como viene siendo costumbre ya, tocó chapuzón en las termas, esta vez en O Canedo, y luego con el trenecito tomamos rumbo al centro, donde tranquilamente estuvimos paseando por As Burgas, por la Plaza Mayor, el entorno de la catedral y después de comer por fin pudimos entrar y maravillarnos con la restauración del Pórtico del Paraíso una obra escultórica que no podéis dejar pasar en vuestra visita a la ciudad porque os dejará boquiabiertos.
Y tras el recorrido por el casco histórico, la comida y la visita a la catedral, volvimos a nuestra autocaravana con las pilas cargadas rumbo a casa y con un pensamiento: Qué bonita tierra tenemos y cuánto por explorar! 

Ourense