martes, 28 de marzo de 2017

RECURSOS INHUMANOS

Si hay algo que Pierre Lemaitre sabe hacer con gran maestría es reflejar lo peor del ser humano, los bajos fondos de la moral, la violencia, el miedo, la muerte acechando... El lector no puede enfrentarse a una novela de este autor sin sentir cierto desasosiego, inquietud, no se le puede leer desde la indiferencia porque logra sumergirnos completamente en el ambiente que crea, sentir cómo nuestro corazón se acelera con la acción que se produce.
La historia de Recursos Inhumanos transcurre en París, pero podría ocurrir en cualquier ciudad de esta Europa castigada por una crisis económica brutal. El protagonista es un hombre de cincuenta y siete años en paro, desesperado por su situación. Como él hay cientos de miles, quizá incluso conozcamos a alguien con un perfil similar. Pero lo que hace que Alain Delambre sea alguien extraordinario es su forma de reaccionar cuando ante sí se presenta la posibilidad de volver a ser quien era, volver a vestir trajes a medida, recuperar su dignidad pisoteada por un trabajo que apenas le llega para sobrevivir.
"Alain Delambre ha perdido toda esperanza de encontrar trabajo y se siente cada vez más marginado. Cuando una empresa de reclutamiento decide al fin considerar su candidatura, está dispuesto a todo con tal de conseguir el empleo y recuperar su dignidad, desde mentir a su esposa hasta pedirle dinero prestado a su hija para poder participar en la prueba final del proceso de selección: un simulacro de toma de rehenes. Alain no escatima medios para preparar a fondo su candidatura. Si descubre que los dados están trucados, la ira acumulada en años de desagravios no tendrá límites... Y el juego de rol podrá convertirse en un macabro juego de muerte".
En una acción que irá dando giros inesperados, relatada en primera persona por Alain, conoceremos al minuto sus pensamientos, sus motivaciones, veremos su mente de directivo trabajar para un fin y llegar a lugares que desde fuera son inmorales pero que nos hacen reflexionar ¿Y si nos viéramos en una situación similar? ¿Qué seríamos capaces de hacer para sobrevivir? 

Pierre Lemaitre. Foto de www.elmundo.es
No encontraremos un ritmo vertiginoso como en la tetralogía de Irène, los acontecimientos van transcurriendo cada uno con una cadencia determinada, cambiando según el momento. No estamos ante un libro que se lea en una tarde, estamos ante un libro que si bien se lee con más pausa, nos absorbe, nos hace permanecer pegados en el sofá inquietos por el futuro de Alain, pensando que eso que planea no puede salir bien, que es una locura, y deseando a la vez que las cosas le salgan bien ¿o no? El lector se encuentra en una duda permanente, siempre pensando en lo que está bien o mal, en sus propios principios morales.
Recursos Inhumanos no es una película, pero si lo fuera, sería de esas que nos mantienen agarrados a la butaca, impertérritos e incapaces de meter en la boca una sola palomita de maíz.
Una vez más, leer a Pierre Lemaitre es una verdadera maravilla. Me declaro admiradora incondicional de este escritor francés, tiene una forma de retratar a los personajes realmente única, una forma de implicar al lector increíble. 
En una entrevista al periódico El Mundo, el autor reconoce que siempre se ha sentido escritor, pero que tardó en lanzarse a la aventura literaria por falta de confianza. Este aterrizaje tardío sin duda ha dado mucha madurez a su obra, y esto es lo que hemos ganado los lectores. Dice también que en ocasiones busca que el lector se sienta mal. Doy fe de que lo consigue.
Solamente puedo recomendar la última novela de Lemaitre, así como todas y cada una de las anteriores, un escritor al que realmente vale la pena acercarse, si todavía no os habéis animado a hacerlo.

lunes, 20 de marzo de 2017

NEUROEDUCACIÓN. FRANCISCO MORA

Me gusta mucho leer libros de divulgación científica, sobre temas que me interesan y que estén contados para que las que, como yo, somos de letras puras, podamos entenderlo sin problema. En un par de conferencias de Mar Romera ella recomendaba el libro de Francisco Mora del que hoy os hablo, así que fue ella la que me llevó a él y a la que agradezco que lo haya hecho, porque me ha gustado mucho, me ha hecho pensar e incluso replantear cosas que creía y que no estaban en absoluto al día. La verdad es que viene muy bien refrescar y leer sobre temas como el de la pedagogía o psicología infantiles, que tanto han evolucionado en las últimas décadas, porque tenemos muchas creencias equivocadas.
La neuroeducación está dando todavía sus primeros pasos, y todavía hay más preguntas que respuestas, pero sin lugar a dudas el avance en el estudio del cerebro siempre tiene que suponer cambios en la forma de motivar y de enseñar a los niños.
"Cognición-emoción es un binomio indisoluble que nos lleva a concebir de cierto que no hay razón sin emoción. Binomio cardinal para entender la esencia de lo que es enseñar y aprender". (pág. 42)
Con esta premisa, el autor nos plantea la importancia que tiene que un profesor de cualquier nivel sepa activar la emoción, la curiosidad, sepa comunicar bien esos conocimientos y llegar al alumno, para que en este se produzcan los procesos necesarios para el aprendizaje, incluso para activar la memoria.
"Hoy se habla de tres de esas habilidades sociales que se aprenden pronto. Habilidades que, por otra parte, serán de importancia sobresaliente para el proceso subsiguiente de educación y aprendizaje en el colegio. La primera es la imitación; la segunda, la atención compartida, y la tercera, la comprensión empática. Los niños aprenden de los demás por imitación". (pág. 47)
"En nuestra cultura, en los colegios, incluso a los niños pequeños, se les enseñan conceptos cognitivamente complejos de modo aséptico, desconexionados tantas veces de significado emocional. Y esto es un error, pues nada se puede llegar a conocer más que aquello que se ama, aquello que nos dice algo." (pág. 67)
¿Tenéis asociado algún conocimento de vuestra infancia a algún momento especial? Yo sí. Recuerdo la tabla periódica de los elementos, que aprendí en 8º de E.G.B. porque el estudio de esta tabla periódica era un momento compartido con mi padre, de los pocos que tengo, porque trabajaba mucho.
De hecho siempre me ha gustado mucho la química, quizá sea en parte por esto que os cuento.
"Hoy comenzamos a saber que nadie puede aprender nada, y menos de una manera abstracta, a menos que aquello que se vaya a aprender le motive, le diga algo, posea algún significado que encienda su curiosidad. (...) Jugar es un medio, una excusa, a través de la cual se aprende porque cada percepción, seguida de un acto motor, es siempre nueva, sobresale de la anterior, y refuerza así la curiosidad. El juego es un invento poderoso de la naturaleza". (pág. 74)

Francisco Mora. Foto: www.elcultural.com
Esto como madre lo tengo clarísimo, jugar, jugar y jugar, sin que haya un adulto que dirija, en todo caso que se integre y siga la pauta del niño. La etapa del juego simbólico, que tanto nos empeñamos en acortar, ha de alargarse al máximo. Me da pena escuchar a las madres de niños de la edad del mío que los suyos ya no juegan nunca.
El libro está más enfocado hacia los profesionales de la educación, y habla mucho del papel del colegio, pero creo que a los padres y madres nos viene muy bien leerlo también, porque al final el colegio, su papel y su forma de funcionar, depende de toda la comunidad, los docentes no han de estar solos.
"En la escuela se aprende no solo a leer, escribir y hacer cálculo y matemáticas, sino a convivir, a vivir temprano en sociedad y sacar con ello otros aprendizajes que son los que permiten luego una buena adaptación social. Por eso se dice que la función de las escuelas no es solo instructiva, sino educativa. Aprender, memorizar y relacionarse con los demás es adquirir capacidades y habilidades que sirvan dentro y fuera del colegio". (pág. 110)
Os recomiendo esta lectura si en vuestra vida o vuestra profesión, tenéis contacto con niños, seguro que en algún momento habrá una frase, un comentario, una experiencia, que os ayudará a relacionaros con ellos o a repensar cómo lo hacéis.
Y repito, soy de letras puras y lo he leído sin problema, así que no es una disculpa no saber nada de estos temas.

martes, 14 de marzo de 2017

COMO FUEGO EN EL HIELO

Siempre es un placer reencontrarse con la prosa de Luz Gabás, con cuya primera novela, Palmeras en la Nieve, disfruté muchísimo en aquel verano de 2012.
En esta ocasión la autora nos lleva a un pequeño pueblo pirenaico inspirado en Benasque, la zona donde vive actualmente y que demuestra conocer a la perfección y por el que el lector recorrerá junto con los personajes, las cumbres, valles y pueblos casi aislados del resto del país a mediados del siglo XIX, cuando los desplazamientos por los caminos, apenas marcados por el ganado, eran una aventura arriesgada.
La editorial Planeta nos resume en la contraportada el argumento y nos invita a sumergirnos en la historia así:

El fatídico día en el que Attua tuvo que ocupar el lugar de su padre supo que su prometedor futuro se había truncado. Ahora debía regentar las termas que habían sido el sustento de su familia, en una tierra fronteriza a la que él nunca hubiera elegido regresar. Junto al suyo, también se frustró el deseo de Cristela, quien anhelaba una vida a su lado y, además, alejarse de su insoportable rutina en un entorno hostil. Un nuevo revés del destino pondrá a prueba el irrefrenable amor entre ellos; y así, entre malentendidos y obligaciones, decisiones y obsesiones, traiciones y lealtades, Luz Gabás teje una bella historia de amor, honor y superación.
Los convulsos años de mediados del siglo xix, entre guerras carlistas y revoluciones; la construcción de un sueño en las indomables montañas que separan Francia y España; y una historia de amor que traspasa todas las barreras.

En efecto, antes de comenzar a leer la novela, ya sabía que estaba ante una historia de amor, no me puedo quejar, pero permitidme que lo haga un poco, porque si hay algo que Luz Gabás hace muy bien es la ambientación, temporal y física, de sus historias, llevándonos a un viaje en el tiempo y en el espacio. Esta vez no he viajado, esta vez la historia de amor ha tenido un peso tan grande que me sobraba en muchos momentos. Aunque los personajes de Attua y Cristela están muy bien perfilados, su relación me ha resultado precedible y estereotipada, y esta vez no he podido agarrarme a los paisajes pirenaicos, al momento vital de aquellos que los rodeaban en su día a día, a los acontecimientos nacionales e internacionales que ocurrían o se veían venir, porque esta historia de amor ocupa casi todo el espacio narrativo.
El libro está muy bien escrito, en esto Luz Gabás no decepciona, y las novelas con historia de amor también pueden gustarme, aunque no es un género que me entusiasme, pero necesito que haya algo más, que otras historias paralelas me acompañen, y en esta ocasión no lo he encontrado.
No os diría que no leyerais el libro, porque la prosa de Luz Gabás no lo merece, pero sí os diría que la relación de los protagonistas carece de originalidad y que esta relación ocupa prácticamente toda la novela.
¿Quizá abordé la lectura con Palmeras en la nieve en la cabeza y esperaba más? Puede ser, no digo que no. ¿Quizá pensé que la historia de amor sería de otra manera? Desde luego, aunque conforme iba avanzando la lectura ya vi que no, que era una historia de las clásicas, de las que se encuentran un millón de veces. ¿Volvería a leer a Luz Gabás? Sin dudarlo, me gusta mucho cómo escribe, aunque también os confieso que si me encuentro otra novela de amor tan predecible, será la última.
Sé que soy una voz discordante con la inmensa mayoría, este libro está gustando muchísimo, pero bueno, no se puede gustar a todos y me gusta contaros también algunas de mis decepciones lectoras.
Valle de Benasque. Foto: www.rutaspirineos.org